03 mayo 2008

Día Mundial de la Libertad de Prensa

UN POCO DE HISTORIA…

La iniciativa para promover el Día Mundial de la Libertad de Prensa partió de la Conferencia General de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura). Se eligió esta fecha para conmemorar la Declaración de Windhoek, Namibia (África) para el "Fomento de una Prensa Africana Independiente y Pluralista". La resolución de 1991 titulada "Fomento de la libertad de prensa en el mundo" reconoció que una prensa libre, pluralista e independiente era un componente esencial de toda sociedad democrática. La Conferencia General invitó al Director General de la UNESCO a que transmitiera a la Asamblea General el deseo expresado por los Estados miembros de la UNESCO de que el 3 de mayo se proclamara "Día Internacional de la Libertad de Prensa". Así, la declaración fue aprobada el 3 de mayo de 1991. El 20 de diciembre de 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas, por recomendación del Consejo Económico y Social, reconoció el día al declarar el 3 de mayo Día Mundial de la Libertad de Prensa (decisión 48/432).

'Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y
recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.'

Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.


A propósito, hagamos el “CURSO INTENSIVO DE INCOMUNICACION” que nos propone Galeano


“La cibercomunidad naciente encuentra refugio en la realidad virtual, mientras las ciudades tienden a convertirse en inmensos desiertos llenos de gente, donde cada cual vela por su santo y está cada cual metido en su burbuja. Hace cuarenta años, según las encuestas, seis de cada diez norteamericanos confiaban en la mayoría de la gente. Ahora, la confianza se ha desinflado: sólo cuatro de cada diez confían en los demás. Este modelo de desarrollo desarrolla el desvínculo. Cuanto más se demoniza la relación con las personas, que pueden contagiarte el sida, o quitarte el trabajo, o desvalijarte la casa, más se sacraliza la relación con las máquinas. La industria de la comunicación vende los abracadabras que dan acceso a la Nueva Era de la historia de la humanidad. Pero este mundo comunicadísimo se está pareciendo demasiado a un reino de solos y de mudos.
Los medios dominantes de comunicación están en pocas manos, pocas manos que son cada vez menos manos, y por regla general actúan al servicio de un sistema que reduce las relaciones humanas al uso mutuo y al mutuo miedo. En estos últimos tiempos, la galaxia internet ha abierto imprevistas, y valiosas, oportunidades de expresión alternativa. Por internet están irradiando sus mensajes numerosas voces que no son ecos del poder. Pero el acceso a esta nueva autopista de la información es todavía un privilegio de los países desarrollados, donde reside el 95 % de sus usuarios[1].

El control del ciberespacio depende de las líneas telefónicas, y no resulta para nada casual que la ola privatizadora de los años recientes haya arrancado los teléfonos de manos públicas, en el mundo entero, para entregarlo a los grandes conglomerados de la comunicación. Las inversiones norteamericanas en teléfonos extranjeros se multiplican mucho más que las demás inversiones, mientras corre al galope la concentración de capitales: hasta mediados del 98, ocho megaempresas dominaban el negocio telefónico en Estados Unidos, y en una sola semana se han reducido a cinco.

La televisión abierta y por cable, la industria del cine, la prensa de tiraje masivo, las grandes editoriales de libros y de discos, y las radios de mayor alcance, también avanzan hacia el monopolio. Los mass media de difusión universal han puesto por las nubes el precio de la libertad de expresión: cada vez son más los opinados, los que tienen el derecho de escuchar, y cada vez son menos los opinadores, los que tienen el derecho de hacerse escuchar. En los años siguientes a la segunda guerra mundial, todavía se encontraba amplia resonancia a los medios independientes de información y de opinión, y las aventuras creadoras que revelaban y alimentaban la diversidad cultural. Hacia 1980, la devoración de muchas empresas medianas y pequeñas había dejado la mayor parte del mercado planetario en poder de cincuenta corporaciones. Desde entonces, la independencia y la diversidad se han ido haciendo más raras que perro verde.

En los últimos cinco años, han duplicado su mercado internacional las principales empresas norteamericanas de comunicación: General Electric, Disney/ABC, Time Warner/CNN, Viacom, Tele-Communications Inc. (TCI) y la recién llegada Microsoft. Estos gigantes ejercen un poder oligopólico[2] que en escala planetaria comparten con el imperio Murdoch, la empresa japonesa Sony, la alemana Bertelsmann y alguna que otra más. Entre todas han tejido una maraña universal. Ante este panorama poco pueden hacer las leyes jurídicas contra las leyes económicas y la economía capitalista genera concentración de poder tan inevitablemente como el invierno genera frío. No parece probable que las leyes anti-trust, que otrora amenazaban a los reyes del petróleo o del acero, puedan poner en peligro, alguna vez, a la urdimbre planetaria que está haciendo posible el más peligroso de los despotismos: el que actúa sobre el corazón y la conciencia de la humanidad entera.La diversidad tecnológica dice ser diversidad democrática. La tecnología pone la imagen, la palabra y la música al alcance de todos, como nunca había ocurrido antes en la historia humana; pero esta maravilla puede convertirse en un engaña pichanga si el monopolio privado termina por imponer la dictadura de la imagen única, la palabra única y la música única.

El negocio de informar a discreción
La guerra fría ha quedado atrás. Con ella, el llamado mundo libre ha perdido las justificaciones mágicas que hasta hace poco proporcionaba la santa cruzada de occidente contra el totalitarismo imperante en los países del este. Ahora, está resultando cada día más evidente que la comunicación manipulada por un puñado de gigantes puede llegar a ser tan totalitaria como la comunicación monopolizada por el estado. Estamos todos obligados a identificar la libertad de expresión con la libertad de empresa. La cultura se está reduciendo al entretenimiento, y el entretenimiento se convierte en brillante negocio universal; la vida se está reduciendo al espectáculo, y el espectáculo se convierte en fuente de poder económico y político; la información se está reduciendo a la publicidad, y la publicidad manda.

Dos de cada tres seres humanos viven en el llamado Tercer Mundo, pero dos de cada tres corresponsales de las agencias de noticias más importantes realizan su trabajo en Europa y en Estados Unidos. ¿En qué consisten el libre flujo de la información y el respeto a la pluralidad, que los tratados internacionales afirman y los discursos de los gobernantes invocan? La mayoría de las noticias que el mundo recibe provienen de la minoría de la humanidad, y a ella se dirigen. Eso resulta muy comprensible desde el punto de vista de la agencias, empresas comerciales dedicadas a la venta de información, que recaudan en Europa y Estados Unidos la parte de león de sus ingresos. Un monólogo de la parte norte del mundo: salvo en caso de guerra o catástrofe, y con frecuencia los periodistas, que transmiten lo que ocurre, no hablan la lengua del lugar ni tienen la menor idea de la historia ni de la cultura local. La información que difunden suele ser dudosa y, en algunos casos, lisa y llanamente mentirosa. El sur queda condenado a mirarse a sí mismo con los ojos que lo desprecian.

A principios de los ochenta, la UNESCO patrocinó un proyecto, nacido de la certeza de que la información no es una simple mercancía, sino un derecho social, y que la comunicación tiene la responsabilidad de la función educativa que ejerce. En ese, marco se planteó la posibilidad de crear una nueva agencia internacional de noticias, para informar con independencia, y sin ningún tipo de presión, desde los países que padecen la indiferencia de las fábricas de información y de opinión. Aunque el proyecto fue formulado en términos ambiguos y muy cuidados, el gobierno norteamericano se quejó ante este atentado contra la libertad de expresión. ¿Por qué tenía que meterse la UNESCO en los asuntos del libre mercado? Estados Unidos se fue de la UNESCO dando un portazo, y también se marchó Gran Bretaña, que suele actuar como si fuera colonia de la que fue su colonia. Entonces, se archivó la posibilidad de una información internacional desvinculada del poder político y del interés mercantil. Por tímido que sea, cualquier proyecto de independencia puede amenazar, en alguna medida, la división internacional del trabajo, que atribuye a unos pocos la función activa de producir noticias y opiniones, y atribuye a todos los demás la función pasiva de consumirlas”.
Fuente: “Patas arriba, la escuela del mundo al revés”, de Eduardo Galenao 1998
Gracias Salomé por pasarnos este material.

1 comentario:

  1. y si.. no se puede confiar en nadie...

    los ignorantes seguiran siendo los mas seguros y felices..

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